Desperté con hambre y comencé a retirar la tapa del ataúd donde descansaba, estaba cansada de esta inmortalidad y del coste que estaba pagando por ello.
Había intentado formar y tener una familia y los había tenido que abandonar dado que ella no envejecía y su alimento completamente distinto ¡ La sangre !
Y sabía desde que la convirtieron los demonios que atacaron su país, allá en el Alto Nilo jamás tendría descendencia. A lo largo de los años y de los siglos arrastrándome por este mundo, sola en su especie
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