Me tiene vendada, amordazada y a cuatro patas sobre el sillón.
Escucho el sonido de la piedra del mechero y sé lo que viene. Me inundan los nervios de la anticipación y no puedo evitar mojarme aún más.
La primera gota cae sobre mi espalda y tardo unos segundos en sentir el calor ardiente. Una vez me he acostumbrado y se ha apagado el fuego, cae la segunda. Antes de que me acostumbre, cae una tercera.
Noto su cuerpo cerca de mí y me permite apoyarme en él, su contacto lo alivia todo.
Llegan muchas gotas seguidas y procuro no retorcerme. Parece que me está dibujando algo.
Pegada a él, entre sus caricias y la cera que arde sobre mi piel, pierdo la noción del tiempo...
Gracias mi Amo.